Sin categoría

El teatro religioso se abre paso en el corazón de los creyentes

El teatro religioso es una actividad desarrollada con la finalidad de hacer que se comprenda de mejor manera las funciones litúrgicas y los oficios divinos de la Iglesia católica y el poder de la oración.

Inicialmente su propósito radicaba en el aprovechamiento de la potencialidad de los recursos escénicos y dramáticos, bastante rudimentarios con los que se podía transmitir el mensaje bíblico, cristiano y de los santos.

Se trataba de una pretensión similar a la de los programas pictóricos de las iglesias establecidos en la iconografía. Una vez llegado el siglo X, dicho género comenzó a expandirse con la implantación del rito romano y el retroceso del visigodo.

Es posible agrupar al teatro religioso en ciclos, de acuerdo a la temática, el ciclo bíblico, el cristológico, el mariano y el hagiográfico (o de la vida de los santos).

De dicha tradición medieval, nos llegaron exponentes que continúan manteniéndose vivos, que se han recuperado o que se han recreado.

Un ejemplo de ello es el ciclo mariano El Misteri de la Selva del Camp; del ciclo cristológico, las pasiones, los pastorets o El cant de la Sibil·la; y por último el ciclo hagiográfico que corresponden a propuestas como los retablos de Santa Tecla, en Tarragona, o el de Sant Ermengol, en la Seu d’Urgell.

Cuando se trata de España, y en especial en Barcelona, el canto apocalíptico de la Sibila se encarga de anunciar que llega la Navidad, mientras en los escenarios de las entidades se representan los pastores. La hagiografía o vida de los santos también cuenta con gran importancia, a través del retablo de Sant Josep Oriol y el de Santa Eulàlia.

De este modo ha resultado fructífera la variedad, donde además se incluye una identificación total de los orígenes de la especie, transcurre por la constitución de alianzas en las que el teatro ha funcionado como un medio expresivo, hasta culminar en el enfrentamiento absoluto.

Más allá de las consecuencias inmediatas, de los antagonismos pidieron surgir nuevas formas de creación con las que se llegó a caracterizar el proceso universal de las civilizaciones de todos los tiempos.

Lo que no deja de ser  cierto, es que entre las actividades genuinas de la cultura humana, ni la filosofía, ni la política, ni la pedagogía, que son afines al hecho teatral, han demostrado una proximidad de tal arraigo y a la vez de tanta trascendencia.

Los vínculos que se hacen esenciales

Los vínculos surgidos entre el teatro y la religión son antiguos y esenciales. El teatro, siendo un término bastante común pero no tan preciso, llega a englobar un enjambre de manifestaciones particulares como lo son la danzas, el circo, el teatro dramático, espectáculos de variedades, narración oral y teatro lírico: ópera, zarzuela y opereta, las cuales, mezcladas o no, en diferentes culturas y continentes se encuentran asociadas, o quizás lo han estado en un principio, a las manifestaciones mágicas y religiosas.

Los vínculos inseparables del kathakali con el hinduismo, del japonés teatro Noh con el budismo zen y de antiguas danzas africanas con los cultos que les son propios, han llegado a ilustrar rápida algunas de las expresiones clásicas con las que cuenta el arte escénico no europeo.

Cuando se trata de Occidente no puede ignorarse  al teatro griego dentro de los ritos extáticos y orgiásticos a Dionysos y en los misterios telúricos a Demeter, esencialmente. Tales casos tan solo demuestran que las representaciones teatrales más remotas no sólo hallaron sus inicios en las prácticas cúlticas, sino que además, debido a la procedencia directa de esas primeras formas, el arte escénico continúa conservando la esencia ritual como la de un rito que llega a potenciar la esencia teatral.

La diferencia básica radica en que el fin del culto es comunicar a los hombres con la divinidad, y con respecto al teatro, este procura una comunicación socio-estética entre los seres humanos.