El teatro municipal por fin reabre sus puertas luego de pasar algo más de tres meses cerrado al público debido a la pandemia ovacionada por el coronavirus. Para ello tuvo el placer de presentar al pianista vizcaíno, Joaquín Achúcarro. A dicho concierto tuvieron la posibilidad de asistir al menos 305 espectadores. Y en la capital, el Teatro de la Abadía presentó «Seawall» en su patio tan solo para 10 personas, mientras que Teatros del Canal reabrió con la inauguración a cargo de Israel Galván, una de la 35 edición del festival Madrid en Danza para 227.
Marta Rivera de la Cruz, quien es consejera de Cultura de la comunidad madrileña, de la que depende Teatros del Canal señala: «Es un día histórico porque desde la antigüedad clásica nunca ha habido tanto tiempo seguido sin teatro, danza o música en todo el mundo»,
Rivera de la Cruz tuvo la oportunidad de acompañar a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz-Ayuso, y al vicepresidente, Ignacio Aguado, durante la reapertura del teatro, acompañados de su directora Blanca Li y a la de Madrid en Danza, Aída Gómez.
De acuerdo a las palabras de Li, desde el escenario antes de pedir un minuto de silencio por todas las personas que han fallecido durante la pandemia: «Todos hemos soñado con este momento. Hemos pasado tiempos muy duros y nos esperan días emocionantes. El regreso del teatro es el regreso de la vida».
El público, ávido de cultura agotó las entradas del Arriaga, la Abadía y Canal en tan solo algunas horas, para lo que asistieron pertrechados de mascarillas desde sus casas, pero conscientes de la posibilidad de hacerse con alguna en la entrada, donde les estaba esperando del mismo modo el ubicuo gel desinfectante. Lo cierto es que hicieron su cola, amenizada, en el caso del Canal, con un grupo de percusión, otro de violines y una actriz que recordaba «la preceptiva distancia».
Se les tomó la temperatura, ya que la misma debía ser inferior a 37,5, para adentrarse en la sala donde las butacas «no permitidas» se encontraban bloqueadas. En el caso de Canal, dichas butacas «prohibidas» estaban ocupadas por maniquíes y unas ramas, mientras que las «ocupables» mantenían a su lado dos vacías por cada lado, pero además la fila de delante y de atrás sin público. Una vez que se finalizó la función, el personal de sala organizó por filas y puertas la salida de los espectadores.
Explicó Galván un tiempo ante de actuar: «Me tomo ser de los primeros que actúa en un gran teatro en Europa como que soy un niño al que dejan entrar a jugar en un parque; como el que ha corrido y se ha colado, pero soy parte de una comunidad de artistas y en el parque tenemos que estar todos». Y es que para él éstas medidas de seguridad no fueron molestas y tampoco le han entorpecido: «todos queremos que sea normal, que haya normalidad, sin forzar las cosas, aunque todos con mascarillas».